Imagínate que vas a pagar con tu tarjeta de débito las compras del súper. Entonces, la cajera toma un libro, y busca entre una lista de números si la tuya no está boletinada, luego llena una ficha, y la pone junto con tu tarjeta en un aparato que, al pasar una barra, copia en papel carbón tu nombre y el número – que por eso estaban realzados – te la da para que la firmes, y te deja una copia.
No cabe duda, sería una flojera hacer compras de lo que fuera, y sobre todo porque tendrías que hacerlo personalmente en la tienda ¿Crees que se podría comprar a gusto así? Pues lo creas o no, así se hacían las compras antes de la digitalización de tarjetas y los bancos en general.
El crédito es más antiguo de lo que te imaginas, pero lo cierto es que en los últimos treinta años, ha cambiado más de lo que lo hizo en los últimos 400, y la llegada de las computadoras y el internet tuvieron mucho más que ver que cualquier otro invento.
En realidad, para la década de los setentas, ya muchos bancos usaban computadoras en varias de sus operaciones, pero existían dos factores que evitaban que se usaran directamente con el público: velocidad y seguridad.
En los tiempos de los primeros discos duros, si bien éstos podían guardar más que los medios impresos, era aún más simple hacerlo a mano, en especial porque en ese tiempo, sin que hubiera aún internet, la comunicación de computadora a computadora se realizaba directamente vía telefónica.
Y ese era el segundo problema, esas líneas eran especialmente fáciles de interceptar, y no se requería ni siquiera ser hacker para cometer fraudes. Por ello, en aquellos años, las máquinas que manejaban esa información estaban totalmente aisladas de cualquier conexión externa.
Para la década de los ochentas, con la aparición del internet, la velocidad dejó de ser un problema – incluso con los bajos niveles que se tenía en esos años – por lo que los bancos comenzaron a realizar transacciones entre ellos, y sólo con líneas seguras, en donde las máquinas se conectaban sólo entre ellas, y nada más.
Para principios de los noventas, se conjuntó la aparición de tecnologías más seguras, con la independencia de internet de las redes telefónicas, lo que permitió que por primera vez, los usuarios pudieran tener acceso de forma directa a los sistemas de los bancos. Si bien para las instituciones fue una gran ventaja, no se llegó a tener niveles muy grandes de usuarios a nivel digital.
El invento que realmente abrió las puertas al uso de la banca y el crédito a nivel digital, fueron los teléfonos inteligentes. Estos combinaban un nivel de privacidad con un uso muy intuitivo. Por otro lado, no podemos negar el aporte cultural del fenómeno: Toda la generaciones nacidas en los noventa y los dos mil, sentían estos aparatos como parte de su cultura, por lo que muchos de ellos comenzaron sus vidas bancarias desde un smartphone, por lo que incluso la idea de utilizar otros métodos les resultaba extraña, es más, ni siquiera se paran en el banco.
Otro de los inventos que facilitaron esta evolución, fueron los lectores de tarjetas personales, y aquí, curiosamente, no fue una cuestión tecnológica la principal ventaja. Antes, para que un comercio pudiera recibir un pago con tarjeta, requería una serie de trámites, y tener un cierto nivel comercial. Estos nuevos aparatos le abrieron la puerta a las micro y pequeñas empresas para poder aceptar este tipo de pagos, por lo que los usuarios en línea tenían muchas más opciones, lo que impactó positivamente en el número de usuarios de las mismas.
En resumen, la tecnología ha facilitado el uso de las tarjetas y los pagos, incluso, cada vez es más fácil tener o tramitar una tarjeta de débito, los trámites burocráticos y tediosos, también afortunadamente, son cosas del pasado.